#85. Unas palabras sobre el "Libro de Buen Amor".
Ahora unas palabritas sobre el “Libro de buen amor” de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, un libro muy divertido. Sé que la mayor parte no lo lee porque está escrito en castellano antiguo pero a mí eso es precisamente lo que más me divierte. No entiendo por qué la gente está siempre empeñada en entenderlo todo. La poesía, por ejemplo, sé que la mejor poesía es la que no se entiende. Igual que el arte. ¿Quién quiere ver hoy un cuadro para entenderlo? Hay que ser subnormal para ponerse delante de un cuadro en ese plan. Bien, pues en el libro del Arcipreste se le da mucha importancia a lo sexual. Sin haber venido el doctor Freud a este mundo ya estaban aquellos hombres y aquellas mujeres del siglo catorce con el mete saca dichoso, y lo más divertido es darse cuenta de que los curas también lo hacían y las monjas lo mismo. Todos estaban a lo que había que estar, solo los más panolis se aburrían con otras cosas. El Arcipreste se hubiese divertido muchísimo en estos días. Da un poco de pena que un hombre con tantas ganas de amar naciera en una época en la que las mujeres debían cuidar de su honra. Seguro que por esto el bueno del Arcipreste perdió mucho tiempo y gastó muchas energías. Además, es seguro que tuvo que recurrir a los servicios de las mediadoras, como la Trotaconventos, antecedente de la Celestina.
Pero lo que más llama la atención es cómo fue posible que un clérigo haya escrito un libro con tanto contenido erótico. Juan Ruiz escribió: “Trato en este Libro de prevenir contra el pecado, pero si alguno quiere pecar aquí hallará sabrosas recetas para hacerlo”. La explicación de esto la da Rosa María Lida: “La fe segura de los siglos medievales no teme acoger en el Libro los elementos dispares presentes en el mundo”. El mundo era la obra de Dios y los artistas medievales no veían nada malo en recoger en sus obras todo ese abigarrado contenido.
Américo Castro escribió un ensayo fantástico sobre el Arcipreste y el “Libro de Buen Amor”. Este ensayo está escrito con tal pasión que creo que puede convencer a cualquiera sobre su tesis. La tesis de Castro es que el “Libro de Buen Amor” es una obra mudéjar, es decir que ha sido escrita por un hombre bajo la influencia de los musulmanes que habitaban la península. Claudio Sánchez Albornoz escribió su obra magna “España, un enigma histórico” como reacción contra esta tesis de Castro.
¿Cuántas personas están leyendo el libro de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita? Me temo que pocas y muchas menos hay que hayan leído lo que Américo Castro ha escrito sobre esta obra. Creo que si se leyese el “Libro de Buen Amor” teniendo en cuenta las indicaciones de Américo Castro las posibilidades de apreciar la originalidad de una obra literaria aumentarían considerablemente. Me parece que se está imponiendo el concepto blandengue de la literatura y la gente lee simplemente para pasar un rato entretenido, igual que el que ve una película o una serie de televisión. No se sabe ya distinguir lo que importa de lo que no, no se conocen ya ni siquiera los motivos por los que una obra literaria como esta debe de ser admirada (creo incluso que hoy en día pocos son los nacidos después del año 1980 que puedan sentir admiración por una obra tan extraordinaria, tan fuera de los cánones culturales occidentales). Sospecho que esto se debe, por supuesto, a una falta de interés por la literatura, por lo que es en verdad la literatura. La pregunta que habría que hacerse continuamente tendría que ser esta: ¿Por qué no se lee el “Libro de Buen Amor”? La respuesta a esta pregunta es de una gravedad supina. Quizás toda la buena literatura trata de esto: de la estupidez humana, de cómo algunos pierden algo de esa estupidez leyendo buenos libros y del choque que se produce entre unos y otros. Américo Castro fue un hombre al que le importó mucho esta manera de ser de los españoles, la manera estúpida de ser español o de creerse un español que nunca existió o de pensar que la historia de España es una cuando en realidad a lo mejor fue otra. La verdad es que tiene mucho mérito salirse de lo que lleva siglos siendo alta doctrina académica. Américo Castro lo hizo. Uno se da cuenta de la pasión que le despertaba España y lo español. En el capítulo IX de su libro "España en su historia. Cristianos, moros y judíos" trata del “Libro de Buen Amor” y empieza diciendo lo siguiente: "La obra de Juan Ruiz es heterogénea y abunda, a la vez, en reiteraciones muy persistentes; su autor - un sujeto poético - asoma tras una poesía de fuerte sabor humano, y esfumada al mismo tiempo por una nube de moralidad y alegoría. Los métodos usados para entender la poesía románico-cristiana fallan en el presente caso, porque el “Libro de Buen Amor” es un reflejo castellano de modelos árabes, de una literatura erótica de la que es espléndida manifestación este cancionero de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, compuesto hacia 1330. (...) El libro es moralizante y equívoco; habla con perfecta naturalidad del atractivo sexual de la mujer, mas no como Ovidio, ni como los poetas goliardos de la cristiandad europea, con los cuales guarda semejanzas superficiales. La juglaría de Juan Ruiz era hispano-arábiga, lo cual no le impidió tratar temas europeos y cristianos, tales como la "Pelea de don Carnal y doña Cuaresma", o traducir en forma peculiar la novelita “De amore”. Oímos así por primera vez en castellano una voz poética que habla desde la conciencia de una persona, la cual importa poco fuera o no la del poeta. Realidades antes mudas para el arte, surgen ahora valoradas poéticamente: pregones callejeros, diálogos cargados de intenciones, una muchacha que habla en árabe, el ajuar de la cocina y las faenas a que da motivo, operaciones agrícolas, "las viejas, tras el fuego, ya dizen sus pastrañas" (copla 1.273). También por vez primera se habla de la manera de ser de ciertos españoles: "tomé senda por carrera, como faz el andaluz" (116). Tal despliegue de fenómenos sensibles, de experiencia viva, era desconocido en el arte castellano".
Primero yo leí a Américo Castro y quedé admirado, pensando que Américo Castro era el que tenía razón. Su tesis principal: lo español tiene su origen en la mezcla entre lo occidental cristiano con lo arábigo y lo judío. Sabía que esta tesis no era la aceptada por la mayoría, que la válida era la de Claudio Sánchez Albornoz, que le quita importancia a la influencia arábiga y judía. En su obra más importante, “España, un enigma histórico”, Sánchez Albornoz, también se ocupa del “Libro de Buen Amor”. Sin duda se ocupa de él porque antes se ocupó Américo Castro. Todo su libro “España, un enigma histórico” es una respuesta a la tesis de Américo Castro. Lo cierto es que ahora, habiendo leído a los dos, no sé qué tesis es la más acertada. La ventaja que tiene Sánchez Albornoz es que su lectura es más reciente. Debería volver a leer a Américo Castro a ver qué efecto me produciría ahora. Lo que está claro es que los dos están apasionados por la historia de España y los dos escriben como los ángeles. Los dos contagian su entusiasmo, aunque me parece que Américo Castro puede ser más contagioso.
Américo Castro basa su tesis en el autobiografismo del Arcipreste y entiende que la raíz de él se encuentra en la obra “El collar de la paloma” de Ibn Hazm. Es decir, según Castro, si no existiese la obra de Ibn Hazm, Juan Ruiz no hubiese podido escribir su Libro. Sánchez Albornoz refuta esta tesis al considerar que Juan Ruiz no fue el primer europeo occidental en hablar de sí mismo en una obra literaria, ni siquiera fue el primer cristiano en hacerlo. Y pone los siguientes ejemplos: los juglares del noroeste, don Jaime el Conquistador, Alfonso el Sabio, Raimundo Lulio y, en tiempos de Juan Ruiz, don Juan Manuel. Sánchez Albornoz destruye la tesis de Américo Castro demostrando que el Arcipreste no conoció “El collar de la paloma”. Y dice que las remotas concordancias que hay entre el libro de Ibn Hazm y el de Juan Ruiz se “derivan de la idéntica condición de artes amatorios que tenían los dos libros y probablemente de lo que tenían de españoles los dos autores”. Este argumento tuvo que dolerle a Castro. Es algo tan obvio que la experiencia amorosa es siempre la misma que es ridículo basar una tesis como la de Américo Castro en las coincidencias que pueda haber entre ambos libros.
Sánchez Albornoz solo reconoce que Juan Ruiz pudo recibir la influencia arábigo-islámica de una manera vaga. Sin embargo, lo reconoce de un modo poco contundente, ya que dice lo siguiente: “Cuanto he de alegar contra el engarce directo del Libro de Buen Amor con la literatura hispano-arábiga no implica, claro está, una precisa negativa de la posible influencia de las ideas, inclinaciones, inhibiciones, gustos estéticos, supersticiones, costumbres, modas, usos lingüísticos, fábulas, leyendas, tradiciones y temas literarios orientales o para mejor decir hispano-árabes, en el Arcipreste. De manera vaga, confusa, imprecisa, involuntaria, subconsciente, Juan Ruiz pudo recibir el impacto vital y cultural de lo hispano-islámico que de modo difuso y fantasmal flotaba en la Nueva Castilla del Tajo y en las zonas de nueva colonización del Guadalquivir y del Segura”.
Y creo que Sánchez Albornoz no está muy fino cuando dice que esta influencia hispano-islámica no ha podido ser muy importante porque las cifras exactas de la minoría de origen islámico que habitaba la Corona de Castilla tras el forzado éxodo a ella de los moros granadinos era de 80.000 mudéjares y moriscos en 400.000 kilómetros cuadrados, frente a unos siete millones de habitantes, es decir el 1,5 % de la población total del país. Y añade: “Y siempre será preciso limitar concretamente la influencia sufrida por Juan Ruiz, puesto que hoy sabemos que en todo el arciprestazgo de Hita por él regentado habitaban solo ¡¡once mudéjares!! en 1581 y podemos estar seguros de que no serían muchos más en el siglo XIV”.
Este argumento no me parece bueno porque creo que un número reducido de personas, si son cultas, pueden ejercer mayor influencia en un grupo numeroso de personas sin ninguna cultura. Es más, creo que una sola persona podría ejercer esa mayor influencia. Es decir, pienso que podría darse el caso de que los hombres y las mujeres cristianos que vinieron del norte a poblar la zona del Tajo al no tener ningún tipo de cultura pudiesen haberse encontrado con algunos hombres y mujeres que sí la tuviesen y se viesen irremediablemente influidos por ellos.
O sea, creo que es posible que Américo Castro esté exagerando la influencia hispano-musulmana en Juan Ruiz. Pero también creo que es posible que esta influencia efectivamente se haya producido. No creo que los argumentos dados por Sánchez Albornoz en contra sean tan contundentes.
Por ejemplo, el argumento de que Juan Ruiz no leyó “El collar de la paloma” me parece un poco tonto. Explica Sánchez Albornoz que los arabistas españoles se hubieran puesto contentos si efectivamente Castro hubiese probado la influencia de “El collar de la paloma” en el “Libro de Buen Amor”. Como esto no se ha producido entonces la tesis de Castro es errónea.
El argumento sobre las diferencias entre los modos de vida y de carácter de Ibn Hazm y Juan Ruiz también me parece flojo. Para describir a Ibn Hazm, Sánchez Albornoz se vale del investigador de la poesía árabe, García Gómez (precisamente traductor de “El collar de la paloma”). A García Gómez le parece muy discutible la influencia de “El collar” en el “Libro de Buen Amor”. Según García Gómez, Ibn Hazm perteneció en su juventud a “una minoría de mancebos de la alta sociedad, elegantes, no poco estetas, tocados de esnobismo y de diletantismo, que se ocupaban con preferencia de literatura y que en literatura enarbolaban un programa revolucionario. Su ideal literario era rabiosamente aristocrático y filoárabe pero era a la par nacionalista. Aborrecían lo popular hispano, se cuidaban de estar al tanto de las modas poéticas de Bagdad, pero aspiraban a zafarse de ellas y a crear en su patria española”. Por otro lado, Ibn Hazm fue un exiliado, un conspirador, un hombre público primero y después un hombre de estudio, teólogo, filósofo, jurista, polemista, crítico acerbo de la rutina religiosa, violento censor de la tiranía y de los tiranos, en batalla contra todo y contra todos, y así, durante muchas décadas, hasta su derrota y caída final.
Juan Ruiz, sin embargo, fue un hombre “sedentario, cauto, apicarado, humilde a las veces, solo pronto a la burla, incapaz de ataque directo, muy anclado en lo popular y contagiado del naciente espíritu burgués”.
Para Sánchez Albornoz, “un abismo separa la magnífica rigidez moral, el ímpetu crítico, el vehemente orgullo, el quijotismo, la puntillosa veneración por el honor, la ira fácil, la amargura, el audaz vuelo religioso y el alma exquisita, imbuida de neoplatonismo y de misoginismo ascético, de Ibn Hazm, de la silueta espiritual del clérigo jocundo, epicúreo, travieso, sensual, cazurro, socarrón, gran gozador de la vida, gran gustador de los encantos femeninos e irónico con inclinación a lo grotesco, que fue Juan Ruiz”.
No me parece tampoco convincente esta alegación contra la tesis de Castro, porque creo que podrían haberse dado otras posibilidades. Por ejemplo, creo posible que Juan Ruiz pudiese ser un hombre estudioso y al mismo tiempo alegre y escribir una obra festiva como el Libro de Buen Amor.
Me sorprende que Sánchez Albornoz no haya caído en la cuenta de que la vida y el carácter de los escritores no influye para que nos gusten más o menos sus obras.
Espero poder continuar con este asunto…