#72. Un episodio crítico de la historia del arte.
Los cuadros de las franjas que pintó Rothko no son normales. Un cuadro abstracto de dos metros de alto con dos o tres franjas de colores no es normal. Es un cuadro abstracto y aunque en los años 50 del siglo pasado el arte abstracto ya había triunfado y el público ya había visto cuadros de ese tipo, los cuadros de Rothko seguían siendo anormales. Hoy en día siguen siendo cuadros extraños. Por más que nos hayamos habituado al arte abstracto, los cuadros de las franjas que empezó a pintar Mark Rothko en el año 1957, cuando tenía 54 años, no han acabado de llegar a ser vulgares, de hecho no lo son en absoluto, quizá sean los cuadros abstractos, con algunos pintados por Miró, menos vulgares. Cuando Rothko comenzó a pintarlos había mucha gente que se había colocado en una posición contraria al arte abstracto, considerándolo un arte tonto y vacío. Es como si Rothko hubiese reaccionado a esa opinión diciéndose “¡Ah, conque os parecen tontos y vacíos, pues ya veréis, os voy a dar yo cuadros abstractos que os van a hacer pensar!”.
Algunos dicen que ante uno de esos cuadros de Rothko se puede tener una experiencia casi religiosa. Se da, sin embargo, la particularidad de que Rothko era ateo. Siendo Rothko ateo, ¿qué era lo que pretendía pintando esos cuadros? ¡Y en Houston hay un centro de meditación llamado “Capilla Rothko”, en el que de las paredes cuelgan pinturas de Rothko! ¿Estamos ante lo que un filósofo postmoderno llamaría la meditación sobre la nada? (Creo que esto es lo que andan buscando los budistas: poner su mente en blanco. Pero no sé si esto era lo que buscaba Rothko. Es posible. Cuesta creerlo pero parece que tenía que ser esto. Un ateo no tiene ninguna esperanza. La vida es solo un paréntesis entre dos nadas).
Pero ocurre algo extraño: delante de un cuadro de Rothko se puede sentir un estremecimiento o algo parecido, podemos llegar a imaginar que el artista nos está revelando algo importante, o podemos imaginarnos que el artista sabe algo que nosotros no sabemos…, o bueno, podemos imaginarnos que después de la muerte hay algo, o sea que no es la nada lo que nos espera. Me pregunto si Rothko habrá llegado a estos cuadros por casualidad. Me pregunto si andaba buscando crear unos cuadros que produjesen esta impresión en los espectadores.
Trece años después de empezar a pintar estos cuadros de las franjas Rothko se quitó la vida. Hay críticos e historiadores de arte que no se cortan un pelo en considerar que el suicidio de Rothko está estrechamente relacionado con su obra. Vienen a decir estos historiadores que Rothko, al quitarse la vida, cerró un círculo, un círculo que él mismo había abierto. (Hay que señalar que el propio Rothko estuvo interesado en ofrecer esa interpretación al haber declarado que su pintura era trágica).
Sería una pena que Rothko se hubiese sacrificado de esa manera… Yo ahora pienso que a lo mejor el sacrificio de Rothko había empezado antes del último acto. No sería extraño que Mark sintiese a veces que estaba engañando a los espectadores con esos cuadros y también pensase que se estaba engañando a sí mismo. Esta es una posibilidad plausible conociendo cómo funciona el mercado del arte. No sería extraño que el marchante de Rothko le exigiese más y más cuadros. Tenían que ser cuadros que fuesen fácilmente reconocibles por los espectadores, es decir, tenían que ser cuadros abstractos, tenían que ser los cuadros de las franjas. ¿No pudo esto ser una causa para que el artista se sintiese mal? A mí me parece que sí. A mí me parece que levantarse por la mañana sabiendo ya qué tipo de cuadro tienes que hacer es algo que acaba aburriendo a cualquiera. Al final el artista se ha convertido en una especie de robot, alguien que hace las cosas automáticamente. Es terrible. Porque lo mejor de ser artista es sin duda poder hacer en cada momento lo que a uno le dé la gana. Rothko esto no lo tenía. Rothko tenía que hacer esos cuadros abstractos. No podía hacer otros. Estaba atrapado en su propia obra. Creo que eso no le podía hacer muy feliz… Aunque seguramente tenía a su alrededor ejemplos que le podían servir de consuelo. Me imagino que ante sus quejas el marchante le hablaría de lo que tenía que ser un artista, del sacrificio de todos los artistas, que a los artistas no les quedaba otra que imitarse a sí mismos en pro de poseer un estilo fácilmente reconocible por el público. Supongo que Rothko podría llegar a consolarse con eso. ¿Para qué pintar si no se tenía un estilo que todo el mundo pudiese reconocer? ¿No era eso lo más difícil de conseguir? ¿Por qué entonces renunciar a eso cuando por fin se conseguía? ¡No tenía sentido! Por eso, lo más lógico (desde la lógica del marchante y de la historia del arte) era remedar lo ya hecho. Repetir y repetir el mismo cuadro.
Dado este modo de consolarse que pudo tener Rothko, el artista contemporáneo más admirable debe de ser Gerhard Richter, que se coloca justo en las antípodas de lo que es tener un estilo fácilmente reconocible por el público. Richter ha conseguido no caer preso en su propio arte, como caen casi todos. Richter es libre para hacer lo que le da la gana. Seguramente un tipo como Richter esté más lejos que nadie del suicidio. Solo esto ya es suficiente para considerar a Richter por encima de Rothko y de todos los artistas que no hacen más que repetir siempre el mismo cuadro, la misma obra (porque Giacometti no pintaba siempre el mismo cuadro pero sí hacía siempre la misma escultura).