#92. Cómo poder ver en la oscuridad.
Descartes pensó que la libertad solo era posible mediante el conocimiento de la verdad. O sea, entiéndase bien: No hay libertad si no hay conocimiento de la verdad. Esto quiere decir que aunque el Estado promulgue una ley que diga que somos libres, esto no es cierto si en nosotros no se produce el conocimiento de lo que es verdadero. Esto lo pensó y lo dijo Descartes. Si lo pensó Descartes creo que deberíamos prestar un poco de atención y más bien colocarnos en disposición de pensar que Descartes estaba en lo cierto respecto al único modo de ser libres. Descartes fue un hombre que todo, absolutamente todo, lo ponía en duda, no daba nada por supuesto. Descartes tuvo que pensar qué era eso de la libertad y aplicando su método, el método que le llevaba a dudar de todo, también dudar de que esa libertad se diese entre los seres humanos. Los humanos se creían libres si se comparaban con los animales. Y había personas que estaban privadas de su libertad de movimiento por tener que cumplir una condena en una prisión. Pero la libertad física para moverse de un lado a otro no era la libertad de espíritu y Descartes se está refiriendo a la libertad de espíritu. La libertad física era algo muy evidente. No sería extraño que Descartes partiese de esa libertad para pensar en la otra libertad, la del espíritu, que es la que realmente importa en filosofía.
Esta relación entre la libertad y la verdad no es fácil de ver hoy en día. No creo que estemos capacitados para entender qué quiso indicar Descartes con esto. Descartes está lejísimos de nosotros. Es el primero en pensar que la razón lo es todo, es decir, el primer idealista, y nosotros todos vivimos rodeados de personas y de instituciones alimentadas de idealismo (de puro pensamiento fabuloso), y aun así no podemos entender lo que nos dice Descartes cuando piensa de ese modo sobre la libertad.
Pero Descartes no es oscuro, no es un pensador difícil. Entonces, ¿por qué no somos capaces de entender lo que nos quiere decir?… Y lo peor de todo es que nos da igual no entender. Nos importa un bledo que Descartes haya dicho eso. Nosotros estamos tan sometidos al Estado de Derecho que con tal que una ley nos otorgue libertad ya nos contentamos, y confiamos tanto en la Ciencia que para nosotros no hay más verdad que la que esta diga.
No entendemos las palabras de Descartes, ni entendemos el capítulo 8 del evangelio de Juan, en el que en los versículos 31-32 se dice, según la traducción de Casiodoro de la Reina: “Y decía Jesús a los judíos que le habían creído: Si vosotros permanecierdes en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará”.
La oscuridad está en nosotros. No podemos ver. Pensamos que cualquier persona es libre de pensar lo que quiera. Tenemos que guardar silencio y no protestar ante cualquier pensamiento expresado por el prójimo. El mismo trato para todos. No podemos decir que alguien es un estúpido por pensar que la nada existe y que todo viene de la nada y va a la nada y que es lo mismo ser que no ser porque todo pertenece a la nada.
Parece mentira pero no lo es: la verdad hoy es esta: la nada existe. En el siglo pasado los filósofos han trabajado duro para dejarnos claro que esta es la única verdad. No cabe ya vivir engañado, ya no hay excusas sobre esto. Solo los más cazurros se negarán a ver las cosas como en verdad son.
¿Y entonces?, ¿ahora qué?, ¿qué pasa ahora?, ¿qué podemos pensar ahora?, ¿qué hacer ahora? ¿Entrar en algún sitio desconocido, tal vez?, ¿elegir no saber?, ¿convertirse en un cazurro?… No sé, pero quizá sí, quizá lo mejor sea intentar elevarse algo, pasar por encima de la ciencia, y ponerse en serio a creer en Dios, pensar que Dios es la verdad.
Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
Yo no supe dónde entraba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
De paz y de piedad
era la sciencia perfecta,
en profunda soledad,
entendida vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda sciencia trascendiendo.
Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.
El que allí llega de vero,
de sí mismo desfallesce;
cuanto sabía primero
mucho bajo le paresce;
y su sciencia tanto cresce,
que se queda no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
Cuanto más alto se sube,
tanto menos entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
Este saber no sabiendo
que es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.
Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni sciencia
que le puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.
Y si no lo queréis oír,
consiste esta suma sciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.