#80. La llamada.
La dificultad para dejar el arte solo se les presenta a los que se creen especiales, es decir, los que se creen unos artistas auténticos. El truco para no caer en eso es pensar que no se tiene nada de artista y que uno solo se dedica al arte por pura afición. Los hombres y las mujeres deberían poder ser libres para poder ser lo que ellos quisieran. Sin embargo esto no sucede. Nunca ha sucedido. La falta de dinero marca bastante la existencia de los hombres y de las mujeres. Pero a lo que ahora me quiero referir es a algo mucho más curioso: La esclavitud generada por tener una idea equivocada sobre el ser humano. Sería importante para la libertad, es decir para el espíritu, que todos tuviesen claro que nadie ejerce una profesión por mandato divino. Pensar que se tiene que ser artista porque Dios así lo ha ordenado es el mejor camino para condenarse a llevar de por vida una carga que no nos pertenece. Son muchos, sin embargo, los que se empeñan en llevar esa carga. Son muchos los que se esfuerzan en demostrar a los demás que son artistas. ¿Por qué lo hacen?, ¿por qué no lo dejan y se dedican a otra cosa? Ellos mismos no se ven a sí mismos como artistas si no consiguen que los demás los vean así. Esto es de una gravedad mayúscula. Porque la vida se le va a uno en porfías de este tipo. Pudiendo ser libre, se elige otra cosa. ¿Por qué ocurre esto? A lo mejor esto viene de la idea que trae consigo el vocablo “vocación”. La Real Academia de la Lengua Española define vocación, en su primera acepción, así: “Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente el de la religión”. Un filósofo tan influyente en España como Ortega y Gasset le dio mucha importancia a este concepto. Julián Marías, su discípulo, hizo lo mismo. Cualquiera podría pensar que ante este pensamiento de uno de los más grandes filósofos españoles que ha habido lo mejor es tener vocación, o sea, sentir la llamada. Pero ¿qué pasa cuando esta llamada no se produce?, ¿eh?, ¿qué diablos pasa? El escritor Sánchez Ferlosio detestaba a Ortega y Gasset y a Julián Marías por este tipo de pensamientos. Visto desde el punto socialista, la vocación, claro está, es un pensamiento aristocrático, o sea, una aberración.
Qué curioso que en este mundo democrático y socialista en el que vivimos, en el que hemos sido educados, haya tomado tantísimo relieve la cuestión de la identidad. Me parece que podría advertirse alguna nota aristocrática en esta idea, o sea, como si en ella hubiese un resurgimiento de la llamada. Porque lo cierto (y en esto consistía la crítica de Sánchez Ferlosio al pensamiento aristocrático de Ortega y Gasset) es que los que no sean llamados serán un poquito más vulgares que los que sí han sentido la llamada, ¿verdad? ¿O no? ¿O, en este caso, son los que no sienten la llamada los que pueden presumir de algo? Es un tema complicado porque también está el asunto de sentirse mal, de sentirse herido, víctima de algo. Por eso, no sé, tal vez sea mejor sentir la llamada para el cambio, por ejemplo, para el cambio de sexo, y sentirse por ello especial, alguien que no ha tenido la suerte de nacer con el sexo no equivocado… No sé, no sé…, pero sí, sí, sin duda se trata de un asunto que da para muchos equívocos… El mayor de todos, en esto del cambio de sexo, podría ser el de creer que la biología tiene que algo que ver con el espíritu.