Con tal de conseguir poseer un solo atributo de Dios, la razón puede deducir todos los demás, por silogismo, como se deduce de una figura algebraica por vía de identidad, yendo de ecuaciones en ecuaciones, todo lo que implica la fórmula dada. A esto sin duda alude Aristóteles cuando afirma que el procedimiento riguroso de los geómetras se aplica a las cosas inteligibles.
Sea lo que quiera, este atributo de Dios que implica los demás es lo que la escolástica ha llamado la esencia metafísica de Dios. Y la Teología ha enseñado que no se puede admitir ninguna distinción real entre los atributos de Dios ni entre Dios y sus atributos. Pues siendo todo atributo de Dios, en esencia, idéntico a cualquier otro y a Dios, la razón puede sacar de cada uno todos los demás, y tomar uno de ellos como esencia metafísica de Dios. Es ese principio de la identidad absoluta de todo lo que hay en Dios, del que abusan los sofistas en su sistema de la identidad; en lugar de reservar este principio para Dios, único que es simple y absolutamente idéntico en sí, lo aplican a todo, a Dios y al mundo tomados juntamente.
Así, todo dato que implica el infinito es la esencia metafísica de Dios y puede servir a la razón de principio para obtener los atributos de Dios. Dado un atributo de Dios, tomarlo por principio y deducir de él, por vía de consecuencia silogística y de identidad algebraica, los demás atributos, es un trabajo que intentó varias veces Santo Tomás de Aquino. Este filósofo prueba primero la existencia de Dios por el hecho del movimiento. Aplicando a este hecho el procedimiento dialéctico o inductivo que da las mayores, concluye la existencia del ente inmutable. Luego, de la inmutabilidad, tomada como esencia metafísica de Dios, deduce todos los atributos divinos.
Se puede realizar de varias maneras esta deducción. Se puede establecer primero un primer atributo cualquiera, de este primero deducir un segundo, del segundo un tercero, y así sucesivamente, como ha hecho Santo Tomás de Aquino. También se puede afirmar un primer atributo y hacer derivar de él todos los demás como radios en torno a un centro. Se pueden mezclar estas dos maneras y deducir sucesivamente cada atributo, ya del que se ha tomado como principio, ya de uno de los que han sido ya deducidos. Se debería, en lógica, proponer varias veces este ejercicio a todo alumno de filosofía. Es el más sencillo y más excelente ejercicio de raciocinio puro que sea posible proponer. Hay una identidad verdadera, algebraica, en la deducción, para quien sabe tomar las palabras con rigor y en su absoluta simplicidad. La tesis de los atributos de Dios es única en este aspecto, por el hecho mismo de que aquí cualquier punto lleva a otro cualquiera y de que sabemos de antemano que hay identidad en todas partes. Solo que no siempre es fácil captar, ver y expresar claramente la identidad.
Veamos un ejemplo de esta deducción, partiendo del atributo de Dios encerrado en esta frase de la Sagrada Escritura: “Yo soy el que soy”. De la idea del Ser, o, si se quiere, de esta proposición: “el Ser es”, vamos a deducir primero lo que se llaman los atributos metafísicos de Dios.
Para esto tomamos todo con rigor matemático. Suponemos que es verdad, pura, simple y absolutamente verdad que el Ser es; proposición que, por lo demás, es la más clara de las proposiciones idénticas (criterio de la evidencia racional).
Es bastante claro, por otra parte, que cuando se dice el Ser, simple y absolutamente, se habla del Ser absoluto y no de los seres relativos. Esto resulta de la naturaleza misma del lenguaje. Los panteístas abusan de las palabras y fundan su sistema en este abuso, cuando designan a la vez el Ser absoluto y los seres relativos por la palabra Ser.
1. Sentado esto, si el Ser es, simple y absolutamente, no es un ser finito, pues el ser finito es hasta cierto punto, no más allá. El ser finito es solamente en los límites y bajo condiciones particulares; no es simplemente, absolutamente. Luego el Ser que es no es finito, luego es infinito.
2. Sigamos rigurosamente la deducción. Dejemos de lado la costumbre de no ver nada más que parcial y relativamente. Si el Ser es infinito, es una identidad rigurosa el añadir que es infinito en todos sentidos. Esto mismo es útil añadirlo porque tenemos la debilidad de caer siempre en imaginaciones limitadas, parciales, relativas. Rechacemos estas distracciones del hábito; estamos en álgebra; tomamos las cosas en su rigor y simplicidad. Es manifiesto que si el Ser es infinito, esto quiere decir idénticamente que es infinito en todos sentidos, puesto que si dejara de ser infinito en un sentido, sería finito en ese sentido, no sería el infinito. Allí donde hubiera un límite en cualquier sentido, en ese punto y en ese sentido dejaría de ser; no sería, pues, el ser, como hemos afirmado.
3. Si el Ser es, es todo lo que es posible; sin lo cual no sería absolutamente. Es todo lo que es posible; lo es infinitamente; puesto que si no fuera infinitamente tal posible, tendría, en este modo de ser y en este sentido, un límite más allá del cual no sería. Si es, es infinitamente todo lo posible.
4. Si el Ser es, es inmenso y eterno; es el mismo razonamiento que para la infinitud. Si no fuera eterno, esto querría decir que habría un tiempo en que no sería; si no fuera inmenso, esto querría decir que habría un lugar donde no sería. No sería, pues, simple y absolutamente. Por otra parte, se ve claramente que la eternidad, la inmensidad, son dos atributos idénticos a la infinitud.
5. Si el Ser es, se sigue de ello que es necesario. La pregunta: ¿Por qué hay algo? es irrazonable. De que el Ser es, se sigue que no puede no ser. El Ser es necesario porque es. No ha habido nunca elección posible entre el Ser y la nada, por la razón misma de que el Ser es eterno. Luego no ha habido nunca ni ha podido haber nunca ninguna probabilidad de que el Ser absoluto no fuera. No podía ser que el Ser no fuera; como no era posible que la nada fuera; estas dos proposiciones son contradictorias en los términos. Mientras que estas otras dos: el Ser es y la nada no es, son dos proposiciones idénticas que expresan una sola y misma verdad necesaria: el Ser es, necesariamente. Si podéis concebir una duda acerca de la posibilidad de la no existencia del Ser, es que no tenéis la idea del Ser y no sabéis el valor de la palabra.
6. Si el Ser es, es por sí mismo. Pues si no fuera por sí mismo, no sería absolutamente, sería el Ser relativo, y el Ser por el cual sería, sería el Ser por sí, es decir, Dios. Por otra parte, si el Ser es necesario, se sigue de ello que es por sí mismo; es la misma idea en dos formas.
7. Una deducción importantísima y absolutamente rigurosa, aunque verdaderamente inconcebible, como son, por ejemplo, varias deducciones algebraicas en su aplicación a la geometría, es que el Ser, puesto que es eterno e inmenso, está realmente presente en todos los puntos del tiempo y del espacio. Concebimos hasta cierto punto su inmensidad, su omnipresencia en todos los puntos del espacio; pero no se podría concebir su omnipresencia en todos los puntos del tiempo. Y, sin embargo, si es absolutamente, es igualmente en todo lugar, en todo tiempo; no hay para Dios ni pasado ni futuro; ve y contiene todo en un eterno presente. El pasado, el presente, el futuro, coexisten en el infinito, como coexisten en un solo punto inextenso y simple los dos puntos extremos y el centro de un elemento infinitesimal.
8. Si Dios es absolutamente, es simple. Pues si no fuera simple sería compuesto; si fuera compuesto tendría partes, partes físicas o espirituales, no importa. Si tuviera partes físicas, una parte estaría en un punto, otra en otro; no estaría en todos los puntos; no estaría, pues, absolutamente en uno de los puntos, ni absolutamente en el otro punto; no sería, pues, absolutamente. Si fueran partes espirituales, inmateriales, serían atributos distintos, de los cuales uno no sería otro, y no serían Él todo entero; los cuales, por tanto, estarían limitados uno por otro, y limitados relativamente a Él; serían, pues, atributos limitados, no infinitos. Por tanto, no sería, en el sentido de esos atributos limitados, más que hasta cierto punto, no más allá; no sería absolutamente. Luego Dios, al no poder ser compuesto en modo alguno, es absolutamente simple; luego en Él los atributos son necesariamente idénticos entre sí y a la esencia. Luego entre todos los atributos de Dios mismo, y su ser y su esencia, se puede establecer siempre una ecuación rigurosamente exacta, y se puede decir con Santo Tomás de Aquino: “Dios mismo es su esencia. En Dios el ser y la esencia son idénticos. La inteligencia de Dios es su esencia. Su voluntad es su esencia; Dios es su vida; Dios es su beatitud”.
9. Dios es, pues, absolutamente simple o absolutamente uno. Es la unidad misma. Solo Él es la unidad. Ningún ente tiene su unidad sino en Él. Solo el infinito es absolutamente uno; pues solo el infinito es total; ningún ente creado es total, ninguno es absolutamente lleno. No hay ninguna unidad concreta, distinta de Dios, que sea absoluta. Toda unidad creada es aproximada, es la imagen de la unidad, pero no la unidad. Un átomo no es uno más que en su centro y por su centro, que no es él. Así ocurre con las alamas y las ideas. ¿Dónde hay una idea absolutamente una, total y plena? Una idea tal no puede estar más que en Dios; es infinita, es Dios.
10. Es simple y uno en sí mismo; pero es uno también en el sentido de que no hay más que un ente absoluto. Afirmar la distinción de dos entes absolutos sería afirmar la distinción de dos idénticos o de dos indiscernibles, dice Leibniz. Sería afirmar dos infinitos. Sería poner esta fórmula: el infinito más el infinito, fórmula que en álgebra no tiene ningún sentido y no puede ser afirmada, o que significaría exactamente el infinito solo.
11. El que es, es inmutable; pues ¿qué es cambiar? Es llegar a ser lo que no se era, o dejar de ser lo que se era. Pero si llega a ser, si gana algo en algún sentido, no era en ese sentido y a partir de lo que gana; si pierde algo, deja de ser en ese sentido; no era ni es ya absolutamente. Luego si es, es inmutable. Luego es actualmente todo lo que es. No está en crecimiento; no es como nosotros, parte en acto y parte en potencia. Es todo acto. Es acto puro, como dicen también Aristóteles y Santo Tomás de Aquino; fórmula que es una de las más sencillas, de las más perfectas, de las más fecundas para hacer conocer a Dios. Si es todo acto, es toda su posibilidad desplegada, es todo lo posible actualmente presente, vivo.
12. Por último, a menos que se niegue que haya fuera del Ser absoluto entes finitos y relativos, es cierto que esos entes finitos, que no han podido llegar a ser solos ni comenzar si nada había, no han podido comenzar sino por el Ser que era ya. Luego este Ser ha tenido el poder de producir todo lo que está producido; pero puesto que esos entes que son no eran, se sigue de ello que los ha producido de la nada o creado; pero producir lo que no era solo es posible a una fuerza infinita. Ninguna fuerza finita podría producir nada de la nada. Solo la fuerza infinita es capaz de producir de la nada. Esto es lo que simbolizan estas fórmulas algebraicas: Cero multiplicado por una cantidad cualquiera es igual a cero; cero multiplicado por el infinito es igual a una cantidad cualquiera. Luego el Ser absoluto es también omnipotente.
Un asunto muy bien traído para sacar en una noche como esta.